© Juan José Segura Pastor

La Montaña Mágica del Arabí

El Monte Arabí está situado en el término municipal de Yecla en la comunidad Autónoma de Murcia (España). Como su superficie es muy pequeña no puede considerarse una sierra y se levanta como una prominente montaña solitaria hasta los 1068 msnm. Todo ello unido a su singularidad geológica, arqueológica y biológica lo convierten en la verdadera montaña mágica de la zona. Ya estés interesado en la ecología, en la geología, en la arqueología, en la mística, en la ufología o en la caza de tesoros sin duda ésta es tu montaña. Podemos encontrar flora propia de la zona como el pino carrasco (Pinus halepensis), la coscoja (Quercus coccifera), la encina (Quercus ilexy), la sabina negra (Juniperus phoenicea) y una fauna propia del Arca de Noé del altiplano Jumilla-Yecla con especies como el águila real (Aquila chrysaetos), el águila culebrera (Circaetus gallicus), el búho real (Bubo bubo), el jabalí (Sus scrofa), la perdiz roja (Alectoris rufa) y el conejo (Oryctolagus cuniculus), siendo  además un espacio protegido para la cría de anfibios. Esta maravilla geológica está formada mayoritariamente por una piedra caliza denominada Lumaquela. La lumaquela está compuesta por diminutos fósiles de animales marinos y por ello también recibe el nombre de caliza conchífera o fosilífera. Los colores de estas rocas varían desde el rosa intenso hasta el amarillo. Aunque es una roca sedimentaria no detrítica el monte no es del todo homogéneo y se aprecian capas de calizas detríticas formada por el sedimento de fragmentos de otras rocas preexistentes por debajo de la capa principal. En otras zonas la calcarenita tiene diferentes grados de dureza y ha permitido erosiones en forma de oquedades y cuevas más o menos profundas y que eran muy buscadas por nuestros ancestros para cobijarse en ellas. Resaltan la cueva de la Horadada en la ladera noreste (visitable y espectacular por el gran agujero que perfora su techo), la cueva del Mediodía orientada al este (que cuando se cubre totalmente de sombra marca las doce horas solares) y la cueva del Tesoro en la falda sudeste del monte (junto a la Casa del Guarda) y cuyo nombre ya despierta miles de fantasía y leyendas. Podemos imaginarnos a los primeros Cromañones (Homo sapiens) luchando con los últimos neandertales (Homo neanderthalensis) por los territorios y la caza. Cuando se pusiese el sol acudirían a resguardarse en estas altas oquedades sobre los acantilados para tener mayor visión sobre la tundra y estar alerta por si cualquier depredador o tribu vecina los atacaba. Ya en periodos más cercanos a los nuestros (hace solamente 6.500 años) sin tener que preocuparse por los Neandertales, ya extinguidos, me los imagino en los días lluviosos cobijados en esos pequeños abrigos, los unos pendientes del horizonte, vigilantes y temerosos, y los otros matando el tiempo con sus pinturas. Eran épocas de supervivencia básica, pero siempre había ocasión para el arte y la religión.  Arte y supervivencia mezclados en las armas de caza fabricadas en piedra, las cazoletas talladas en la roca, los petroglifos y sus pinturas para conjurar una buena caza. Al finalizar la lluvia acudirían a la cima del Arabilejo para recoger el  agua fresca acumulada en sus cazoletas que se habrían llenado  gracias a los canales tallados en la roca. Ya sé que esta es una explicación demasiado mundana para esos petroglifos en dónde se buscan decenas de explicaciones mucho más mágicas y sensacionalistas (mensajes a los dioses, calendarios astronómicos para predecir los eclipses o mapas de aterrizaje de naves espaciales). A mí ya me parece maravilloso imaginarme a esos habitantes de hace miles de años realizando todo aquel trabajo como un sistema de fontanería primitivo y casi infantil. Todo esto es patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1998.  Ahora podemos contemplar, en las visitas guiadas previo contacto con el ayuntamiento, las pinturas de los Cantos de Visera I y II. Pero estoy convencido que cada abrigo en la roca tendría sus propios grafitis prehistóricos pintados por los cazadores que empezaban a tener sensibilidad artística. La razón por la que solo se han conservado esas decenas de pinturas de nuevo es cosa de la geología. Las rocas más duras son las que están en la parte superior de la montaña y las más blandas en los estratos inferiores. Los abrigos se producen por la erosión de las rocas más blandas y en ellas las pinturas no durarían mucho y se habrían perdido con las capas de rocas erosionadas. Las grandes rocas en forma de visera en las que se han conservado las pinturas son piedras desprendidas de  la parte superior del monte mucho más duras que las que las rodean y gracias a ello podemos contemplarlas en nuestros días.

La Montaña Mágica del Arabí

El Monte Arabí está situado en el término municipal de Yecla en la comunidad Autónoma de Murcia (España). Como su superficie es muy pequeña no puede considerarse una sierra y se levanta como una prominente montaña solitaria hasta los 1068 msnm. Todo ello unido a su singularidad geológica, arqueológica y biológica lo convierten en la verdadera montaña mágica de la zona. Ya estés interesado en la ecología, en la geología, en la arqueología, en la mística, en la ufología o en la caza de tesoros sin duda ésta es tu montaña. Podemos encontrar flora propia de la zona como el pino carrasco (Pinus halepensis), la coscoja (Quercus coccifera), la encina (Quercus ilexy), la sabina negra (Juniperus phoenicea) y una fauna propia del Arca de Noé del altiplano Jumilla-Yecla con especies como el águila real (Aquila chrysaetos), el águila culebrera (Circaetus gallicus), el búho real (Bubo bubo), el jabalí (Sus scrofa), la perdiz roja (Alectoris rufa) y el conejo (Oryctolagus cuniculus), siendo  además un espacio protegido para la cría de anfibios. Esta maravilla geológica está formada mayoritariamente por una piedra caliza denominada Lumaquela. La lumaquela está compuesta por diminutos fósiles de animales marinos y por ello también recibe el nombre de caliza conchífera o fosilífera. Los colores de estas rocas varían desde el rosa intenso hasta el amarillo. Aunque es una roca sedimentaria no detrítica el monte no es del todo homogéneo y se aprecian capas de calizas detríticas formada por el sedimento de fragmentos de otras rocas preexistentes por debajo de la capa principal. En otras zonas la calcarenita tiene diferentes grados de dureza y ha permitido erosiones en forma de oquedades y cuevas más o menos profundas y que eran muy buscadas por nuestros ancestros para cobijarse en ellas. Resaltan la cueva de la Horadada en la ladera noreste (visitable y espectacular por el gran agujero que perfora su techo), la cueva del Mediodía orientada al este (que cuando se cubre totalmente de sombra marca las doce horas solares) y la cueva del Tesoro en la falda sudeste del monte (junto a la Casa del Guarda) y cuyo nombre ya despierta miles de fantasía y leyendas. Podemos imaginarnos a los primeros Cromañones (Homo sapiens) luchando con los últimos neandertales (Homo neanderthalensis) por los territorios y la caza. Cuando se pusiese el sol acudirían a resguardarse en estas altas oquedades sobre los acantilados para tener mayor visión sobre la tundra y estar alerta por si cualquier depredador o tribu vecina los atacaba. Ya en periodos más cercanos a los nuestros (hace solamente 6.500 años) sin tener que preocuparse por los Neandertales, ya extinguidos, me los imagino en los días lluviosos cobijados en esos pequeños abrigos, los unos pendientes del horizonte, vigilantes y temerosos, y los otros matando el tiempo con sus pinturas. Eran épocas de supervivencia básica, pero siempre había ocasión para el arte y la religión.  Arte y supervivencia mezclados en las armas de caza fabricadas en piedra, las cazoletas talladas en la roca, los petroglifos y sus pinturas para conjurar una buena caza. Al finalizar la lluvia acudirían a la cima del Arabilejo para recoger el  agua fresca acumulada en sus cazoletas que se habrían llenado  gracias a los canales tallados en la roca. Ya sé que esta es una explicación demasiado mundana para esos petroglifos en dónde se buscan decenas de explicaciones mucho más mágicas y sensacionalistas (mensajes a los dioses, calendarios astronómicos para predecir los eclipses o mapas de aterrizaje de naves espaciales). A mí ya me parece maravilloso imaginarme a esos habitantes de hace miles de años realizando todo aquel trabajo como un sistema de fontanería primitivo y casi infantil. Todo esto es patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1998.  Ahora podemos contemplar, en las visitas guiadas previo contacto con el ayuntamiento, las pinturas de los Cantos de Visera I y II. Pero estoy convencido que cada abrigo en la roca tendría sus propios grafitis prehistóricos pintados por los cazadores que empezaban a tener sensibilidad artística. La razón por la que solo se han conservado esas decenas de pinturas de nuevo es cosa de la geología. Las rocas más duras son las que están en la parte superior de la montaña y las más blandas en los estratos inferiores. Los abrigos se producen por la erosión de las rocas más blandas y en ellas las pinturas no durarían mucho y se habrían perdido con las capas de rocas erosionadas. Las grandes rocas en forma de visera en las que se han conservado las pinturas son piedras desprendidas de  la parte superior del monte mucho más duras que las que las rodean y gracias a ello podemos contemplarlas en nuestros días.