© Juan José Segura Pastor

LA MAR DE PATAS. Opiliones en la Cova de Jaume el Barbut

Todos hemos contemplado alguna vez esas "arañas" zancudas de patas largas que se esconden en los rincones oscuros y húmedos de nuestros sótanos, bodegas o trasteros. Se mueven de una forma característica subiendo y bajando su pequeño cuerpo entre sus desmesurados miembros locomotores. Pero ¿por qué los identificamos como arañas? La principal pista que tenemos es que caminan sobre sus ocho patas como el resto de los arácnidos, pero aquí acaba el parecido con sus primas hermanas. Se trata de los OPILIONES. En efecto son uno de los  arácnidos que se cuentan entre los artrópodos más antiguos (existen fósiles del principio del devónico hace 410 millones de años). Los conocemos popularmente como arañas zancudas o segadores y su principal diferencia con las verdaderas arañas es que no se aprecia en su cuerpo la división entre el cefalotorax y el abdomen formando a simple vista un todo único. Carecen de glándulas de seda y por ello no realizan telarañas de ningún tipo. Son inofensivos para los seres humanos y su único pecado es que, para defenderse de sus predadores, pueden producir quinonas malolientes a través de sus glándulas repugnatorias. Existen más de 5.000 especies alguna de ellas llegan a cubrir con sus patas un radio de 15 cm. Para su locomoción en la oscuridad poseen un par de pedipalpos con los que van palpando y reconociendo tanto a sus congéneres como los insectos de los que pueden alimentarse. Se cree que son capaces de practicar la autotomía, autoseccionarse un miembro para distraer a los depredadores ya que sigue moviéndose una vez desprendido. A diferencia de las salamandras no vuelve a crecer. Los machos poseen un pene retráctil para penetrar a la hembra que llevará encima y a bien recaudo los huevos en su ovopositor. Nosotros los encontramos habitualmente en las entradas de cuevas de la región levantina. Concretamente en este caso encontramos Opiliones de la especie Cosmobunus granarius en la Cueva de Jaume el Barbut de Crevillente. Existe una gran colonia en la cueva del perro de Cox. Al ser fauna cavernícola son compañeros habituales, en las zonas de penumbra, de murciélagos y espeleólogos. Suelen vivir en comunidades bastante numerosas y no les gusta demasiado la luz. Se alimentan de otros insectos aunque, según la especie, también forma parte de su dieta materias vegetales e incluso algunos hongos.

LA MAR DE PATAS.

Opiliones en la Cova de Jaume el Barbut

Todos hemos contemplado alguna vez esas "arañas" zancudas de patas largas que se esconden en los rincones oscuros y húmedos de nuestros sótanos, bodegas o trasteros. Se mueven de una forma característica subiendo y bajando su pequeño cuerpo entre sus desmesurados miembros locomotores. Pero ¿por qué los identificamos como arañas? La principal pista que tenemos es que caminan sobre sus ocho patas como el resto de los arácnidos, pero aquí acaba el parecido con sus primas hermanas. Se trata de los OPILIONES. En efecto son uno de los  arácnidos que se cuentan entre los artrópodos más antiguos (existen fósiles del principio del devónico hace 410 millones de años). Los conocemos popularmente como arañas zancudas o segadores y su principal diferencia con las verdaderas arañas es que no se aprecia en su cuerpo la división entre el cefalotorax y el abdomen formando a simple vista un todo único. Carecen de glándulas de seda y por ello no realizan telarañas de ningún tipo. Son inofensivos para los seres humanos y su único pecado es que, para defenderse de sus predadores, pueden producir quinonas malolientes a través de sus glándulas repugnatorias. Existen más de 5.000 especies alguna de ellas llegan a cubrir con sus patas un radio de 15 cm. Para su locomoción en la oscuridad poseen un par de pedipalpos con los que van palpando y reconociendo tanto a sus congéneres como los insectos de los que pueden alimentarse. Se cree que son capaces de practicar la autotomía, autoseccionarse un miembro para distraer a los depredadores ya que sigue moviéndose una vez desprendido. A diferencia de las salamandras no vuelve a crecer. Los machos poseen un pene retráctil para penetrar a la hembra que llevará encima y a bien recaudo los huevos en su ovopositor. Nosotros los encontramos habitualmente en las entradas de cuevas de la región levantina. Concretamente en este caso encontramos Opiliones de la especie Cosmobunus granarius en la Cueva de Jaume el Barbut de Crevillente. Existe una gran colonia en la cueva del perro de Cox. Al ser fauna cavernícola son compañeros habituales, en las zonas de penumbra, de murciélagos y espeleólogos. Suelen vivir en comunidades bastante numerosas y no les gusta demasiado la luz. Se alimentan de otros insectos aunque, según la especie, también forma parte de su dieta materias vegetales e incluso algunos hongos.