Producción Audiovisual y Editorial
Nuestro Mundo Maravilloso
© Juan José Segura Pastor
Portmán y Monte Cenizas
Fotografías Desiderio Rico y
Vicente Segura
En esta ocasión y coincidiendo con la primavera nos
fuimos a conocer la parte más occidental del Parque
Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del
Águila. Se trata de un espacio natural repleto de
extraordinarios y variopintos contrastes. Durante la corta
ruta, apenas 12 kilómetros, pudimos pasar de áridos y
rocosos desiertos a los abigarrados bosques
mediterráneos. Sin perder de vista el mar, y en lo más alto
de Monte Cenizas, se mezclan con estos paisajes unas
antiguas construcciones de artillería militar que datan de
la época de Primo de Rivera y que estuvieron en uso hasta
1994. Estas construcciones están inspiradas en el Templo
de los Guerreros de las ruinas de Chichén- Itzá, que
corresponde al estilo Maya-Tolteca. Lo que más llama la
atención de estas instalaciones militares son los dos
cañones Vickers de 17,67 metros de longitud y con un
alcance de 35 km. Estos cañones tienen gran parte de su
maquinaria oculta bajo tierra y su peso es de 88 toneladas.
Pero la finalidad de nuestra exploración es conocer el
mítico Portus Magnus convertido, ahora, en el municipio
de Portmán. Según la documentación que hemos
consultado, esta ciudad fue fundada por los romanos en el
siglo I. En tiempos de los árabes se llamó Burtuman
AlKabir (Burtumán el Grande). Más tarde, en el siglo XIV,
en el libro de montería de Alfonso XI de Castilla, aparece
nombrada como Porte Mayn. La primera referencia al
nombre actual aparece en un libro de Cabildos del
Ayuntamiento de Cartagena de 1590.
A través de una calzada romana que transcurre por el
barranco del Moro podemos llegar al lugar de donde
salieron quizás miles de barcos cargados de plata, plomo y
cobre para abastecer de riquezas minerales a todo el
imperio.
Pero la huella que dejaron en el paisaje nuestros ancestros
queda en nada si la comparamos con la que hemos dejado
nosotros en los últimos 70 años. En la segunda mitad del
siglo XX fuimos capaces de anegar toda una bahía
portuaria con más de 58 millones de toneladas de residuos
sólidos cargados de metales pesados como plomo, zinc,
cadmio y arsénico. En un principio, las minas, que
funcionaron desde 1950 hasta 1987, depositaban los
escombros en la ladera de la montaña. El problema vino
con el lavado del material, ya que sus residuos eran
mucho más fluidos y por ello había que depositarlos en
balsas o pantanos. La empresa francesa Peñarroya, dueña
de la explotación, solicitó permiso para arrojar esos
residuos al mar e increíblemente se lo concedieron en
1958. Serían residuos vertidos con tuberías submarinas
alejadas de la costa al menos 400 metros y de forma
temporal (en principio solo cinco años). Pero pronto esos
límites se redujeron hasta que en 1969 se anula cualquier
limitación, condenando la bahía de Portmán a ser
anegada. Hubo reclamaciones para detener el vertido,
entre ellas una denuncia en juzgado del ayuntamiento de
la Unión. En la sentencia de 1971 el Tribunal Supremo, sin
quitarle la razón al ayuntamiento de la Unión, falló a favor
de la empresa minera y, a partir de ahí, los vertidos fueron
totalmente incontrolados. La llegada de la democracia no
supuso el freno a los vertidos, pero después de la famosa
protesta de Greenpeace en 1986 se consigue que paren
finalmente los vertidos en 1988, con la bahía totalmente
colmatada.
Ahora podemos andar 'sobre el mar' convertido en un
suelo de extraño color ocre y de aspecto casi lunar.
Después del primer impacto visual y, una vez nos
acercamos a esta encantadora población, podemos
contemplar cómo el ser humano, de nuevo, es capaz de
adaptarse y convivir con sus propios desastres. La vida
continúa en esta bella comarca que vivió del claro-oscuro
de la minería. Gracias a la extracción minera se generaron
muchos puestos de trabajo... pero seguro que pudo
hacerse mejor.
Actualmente, siempre tarde, hay varios planes de
restauración, pero, atención: rogamos a los sabios y
expertos que valoren las acciones a realizar para que el
desastre no aumente. Mientras tanto los portmaneros
deben mostrar al mundo lo que no debe repetirse y
además, ser un ejemplo de adaptación y sostenibilidad.
La belleza de la comarca bien merece una visita que
aconsejamos encarecidamente... nosotros volveremos.